de Israel, se ocuparon de «saldar cuentas» en los últimos 45 años
desde la creación de la unidad. Criminales de guerra nazis, líderes de
la OLP, Hamas o la Yihad Islámica, terroristas de «Septiembre Negro
», magnates, científicos, traficantes y diseñadores de armas, han
sido algunos de los objetivos claros de los asesinos del Metsada, el departamento
de operaciones especiales del Mossad y de quien depende
el Kidon.
A diferencia de otros clérigos, cuyas limusinas blindadas y fuertemente
escoltadas raras veces se aventuran más allá de Beirut o del
valle de la Bekaa, Musawi había traspasado en varias oportunidades la
llamada zona de seguridad, estrechamente vigilada por Israel y el Ejército
del Sur del Líbano. Precisamente en Jibsit, un pueblo de doce mil
habitantes ubicado en el extremo sur del Líbano, que constituía el último
puesto de avanzada del fundamentalismo islámico. Bajo las ordenes
de Isaac Rabin, que entonces ocupaba el cargo de ministro de Defensa,
y de Shabtai Shavit memuneh del Mossad, una unidad del
Sayeret Matkal y el Kidon se ocuparon de «ejecutar» a Musawi.
El 16 de febrero de 1992, cuando los helicópteros Apache israelíes
abrieron fuego contra la caravana de vehículos que partía de Jibsit, y
mataron a Musawi, su esposa y su hijo Hussein de cinco años, Moshe
Arens, el ministro de Seguridad, justificó la muerte de Musawi como
una de las formas legítimas que utiliza el Estado de Israel en su lucha
antiterrorista. Los operativos del Kidon habían conseguido colocar un
localizador en los bajos del vehículo del jeque asesinado. El misil solo
siguió el rastro del localizador.
Desde entonces, los enemigos han sido envenenados, volados en
pedazos, estrangulados, ahogados, simplemente ejecutados con un tiro
en la nuca o secuestrados a través del Kidon, en el nombre de Israel
y con permiso del primer ministro en Francia, Italia, Malta, Chipre,
Sudáfrica, Bélgica, Noruega, Líbano, Uruguay, Argentina y un sinfín
más de países. Realmente, el Kidon y sus miembros elevaron el asesinato
político a su máximo nivel de perfección gracias a agentes como
Zvi Steinberg, un judío brasileño de treinta y seis años, que era capaz
de estrangular a un hombre en cuestión de segundos. Se rumoreaba
que un día se subió a un autobús en Praga siguiendo a un terrorista palestino,
se acercó a él, le aplastó con una sola mano la traquea matándolo
en el acto y se apeó del autobús desapareciendo entre la multitud.
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En 1972, bajo el gobierno de la primera ministra Golda Meir y bajo
el mandato de Zvi Zamir como memuneh del Mossad, se establecería el
llamado «Comité X», una estructura judicial tan secreta que ni siquiera
la Corte Suprema de Justicia del Estado de Israel conocía su existencia.
Según el testimonio del ex katsa del Mossad, Victor Ostrovsky, en su
libro By way of deception: «El “Comité X”, que está integrado por militares
y personal de los servicios de inteligencia y del Poder Judicial,
hace las veces de corte marcial y juzga in absentia a los acusados. Las
audiencias, similares a un tribunal, se llevan a cabo en distintos lugares
para cada caso, generalmente en domicilios particulares o pisos francos
del Mossad. Ningún acta es levantada de la sesión del Comité X».
Ostrovsky relataba también en su magnífico libro: «Aunque el
imputado, en este caso el líder de Hezbolá, el jeque Abbas Musawi, jamás
lo supo, dos abogados —uno representando a la defensa y otro a
la fiscalía— se encargaron de su caso. De nada valió el alegato de la defensa
aduciendo que Musawi era en realidad un elemento “moderado”
dentro del fundamentalismo chií y que había jugado un papel clave en
la liberación de los rehenes occidentales. La fiscalía hizo valer su argumento:
el nuevo líder del Hezbolá recientemente había realizado un
llamamiento para una escalada bélica contra lo que él mismo denominaba
“el cáncer de Israel”. Musawi fue declarado culpable, lo que implicaba
que el “Comité X” podía decidir “trasladarlo” a Israel para ser
sometido a un juicio regular o autorizar su ejecución, en la primera
oportunidad en que esto fuese factible, por parte del Kidon».
Ninguna de estas opciones podía ponerse en marcha sin la autorización
expresa del primer ministro de turno, aunque, realmente, desde la
creación del Kidon casi todos los jefes de gobierno israelíes, desde David
Ben-Gurion a Ariel Sharon, del Likud al Partido Laborista, con
premio Nobel de la Paz o sin él, han firmado órdenes de secuestro o
ejecución.
Tanto el «Comité X» como el Kidon fueron mantenidos en absoluto
secreto, incluso para muchos de los ministros que formaron parte
de los diferentes gabinetes de los sucesivos gobiernos, hasta que el periodista
israelí Yoel Marcus reveló la historia de ambas organizaciones
en el diario Haaretz, en julio de 1986.
El Kidon estaba compuesto por tres equipos de doce personas
cada uno y que, bajo el eufemismo de «el largo brazo de la justicia»
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